23 VALIENTES CAMINO DE ALEMANIA

Formar parte del intercambio a Alemania ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de este año. En octubre los estudiantes alemanes del Pfarrwiesen Gymnasium vinieron a visitarnos a España. La experiencia fue increíble y relativamente fácil para nosotros, ya que eran ellos los que venían a nuestro colegio y tenían que adaptarse a nosotros, a nuestras familias y poner en práctica cada día sus conocimientos de español. Gracias a esto, antes de ir a Alemania les pudimos conocer bien y formar una bonita amistad con ellos. ¡Todos nuestros compañeros eran muy simpáticos y la mayoría tenían un nivel excelente de español!

En abril nos tocaba ir a nosotros y demostrar nuestro nivel tras cinco años estudiando alemán. ¡Menudo reto!

Bueno, pues allá que íbamos, 23 valientes con destino a Stuttgart, todos ilusionados por visitar Alemania con las maletas llenas de turrones, aceite y algún que otro detalle para nuestras familias la próxima semana. Dos horas y media de vuelo después, parecía que habíamos aterrizado en otra dimensión. Algunos nunca habíamos estado en Alemania, otros sí. Lo que más nos preocupaba al llegar era el idioma, pero después de un par de horas allí, nos dimos cuenta de que sabíamos mucho más de lo que pensábamos.

Alemania es un país con muchas culturas, nuestras familias alemanas venían de lugares muy distintos: Turquía, Italia, Francia, Rusia, Rumanía… Gracias a ello hemos aprendido muchísimo de todas las culturas, probado mil tipos de platos distintos, aprendido recetas originales y nos hemos divertido muchísimo. Cada una de las experiencias que hemos vivido, tanto con nuestras familias como todos juntos en las excursiones, han contribuido a crear preciosos recuerdos inolvidables que todos vamos a guardar con mucho cariño en nuestros corazones.

La primera noche con la familia, justo después del aterrizaje, estábamos un poco nerviosos y nos esforzamos al máximo para hablar el mejor alemán posible. Llegamos agotados después del vuelo, y nos sorprendimos mucho al descubrir lo pronto que empezaba el colegio en Alemania… ¡A las 7:40! La mayoría nos teníamos que despertar a las 6:30, y fue una de las cosas a las que más nos costó acostumbrarnos. Sin embargo, no nos daba tiempo ni a estar cansados, ya que todos los días teníamos programadas actividades divertidísimas para conocer los lugares más emblemáticos de la zona, y nos lo pasábamos tan bien en todas que se nos olvidaba el sueño.

Al día siguiente, el viernes, acudimos a nuestra primera clase en el colegio alemán. A uno de los grupos nos tocó en la clase de política, donde el profesor que daba la clase era el director del colegio, que nos dio la bienvenida y nos deseó una feliz estancia. Aunque nos costó un poco seguir la clase, no sentimos muy acogidos en la clase y nos encantó aprender de primera mano cómo era una clase normal allí, en Alemania.

Cada tarde visitábamos una ciudad o pueblo precioso, como Stuttgart, Ludwigsburg… Nos quedamos asombrados por algunos detalles como la cantidad de puestos de comida en las estaciones, cómo funcionaba el sistema de transporte público, o los incontables Mercedes que se ven por la calle, que eran preciosos.

Durante el fin de semana visitamos una de las ciudades más bonitas del mundo, Tübingen. Nuestros amigos alemanes nos invitaron a un paseo en barca por el río, desde donde se veían las casas de colores características de Tübingen y a gente sentada en el muro a la orilla del río comiendo helado. En al camino de vuelta, ocurrió algo muy curioso y que no habíamos visto nunca: el tren (ya en marcha) se paró para que nosotros, un grupo de estudiantes corriendo como locos, pudiéramos subir.

Esa misma tarde fuimos a la bolera, donde los alemanes nos ganaron por goleada y donde tuvimos que llevar los zapatos enormes de los bolos.

El lunes y el resto de la semana hicimos algo parecido: primero una hora de clase en el colegio, luego de excursión a visitar los distintos sitios de alrededor (la fábrica y el museo de Mercedes Benz, Sindelfingen, Esslingen…) Por las tardes estábamos en grupos más pequeños con nuestros amigos. Hicimos una barbacoa, fuimos de compras, cenamos juntos…

Creo que el momento que más nos unió a los alemanes y a los españoles fue una barbacoa que hicimos una de esas tardes en casa de una amiga alemana. Estar comiendo todos juntos, hablando en una mezcla entre español y alemán y jugando a juegos llenos de risas y bromas fueron momentos que no se me van a olvidar nunca.

La despedida del último día fue un poco triste, nos teníamos que despedir de las personas que se habían convertido en nuestros amigos y con las que habíamos vivido siete días seguidos. Les íbamos a echar mucho de menos. Esa misma noche nos prepararon una cena de despedida, donde bailamos muchísimo, y donde enseñamos a los alemanes la Macarena y otras canciones en español, Incluso jugamos todos juntos al limbo (a lo que también se animaron los profesores).

Hemos aprendido muchísimas cosas, pero lo más importante es que a pesar de las diferentes culturas, entre nosotros, jóvenes europeos en pleno proceso de formación y organización mental y personal, no hay apenas diferencias. Madrugan y tienen sueño como nosotros, tienen deberes, estudian y no saben qué ser de mayores, y, como nosotros, se encuentran angustiados por su futuro en sus dos últimos años de colegio. Quieren a sus familias y tienen ambiciones, se esfuerzan por lo que quieren y por lo que creen y están dispuestos a luchar por un mundo mejor.

Y puede que seamos distintos culturalmente hablando, pero esas diferencias son las que nos enriquecen unos a otros y nos ayudan a tener la mente abierta, las que nos disponen a aprender de todo lo que no conozcamos. Y estamos eternamente agradecidos por ello, por nuestras similitudes y por nuestras diferencias.

Volveríamos a repetir esta experiencia sin dudarlo, y estamos en general muy satisfechos con nuestro nivel de comprensión y de ser capaces de desenvolvernos con seguridad.

Celia Martín